Historia del hidrógeno II
Solo a finales del XX, Nicholas Moller desempolvó los trabajos de Langmuir y los estudió seriamente, publicándolos en Agosto del 2001, en la revista rusa traducida al inglés, como New Energy Technologies. Después de un análisis de las experiencias Langmuir y trabajos propios, Moller concluye que la disociación de hidrógeno molecular requiere 103 calorías por molécula gramo, y su posterior recombinación emite unas 90.000 calorías por molécula gramo. Un factor de ganancia energética COP (Coeficiente de Performancia) de casi 900. Ello posibilita procedimiento sencillo para obtención de energía calórica en un circuito cerrado de hidrógeno que va pasando de forma molecular a atómica y viceversa.
El francés Jean Louis Naudin, después de leer este trabajo y de contactar con Alexander Frolov, editor de esta revista y cabeza de los Faraday Laboratorios de S. Petersburgo (actualmente el instituto sigue dirigido por Frolov), dedicados a energías no convencionales, y que había colaborado con Moller en verificar el fenómeno, decidió tomar armas en el asunto y replicarlo. Utilizó un sistema muy simple, una pequeña cámara hermética metálica con hidrógeno a una presión de 0,1 bar. Este hidrógeno circulaba en contacto con un filamento de tungsteno incandescente en zig-zag, lo que generaba un extraordinario calor. Circulando agua alrededor de esa cámara, el aumento de la temperatura del agua indica las calorías absorbidas por ella. Se hicieron un montón de pruebas, alimentando el filamento con distintos tipos de corriente eléctrica, alterna, continua, obteniendo los mejores resultados con pulsos de continua, y logrando una energía absorbida por el agua entre 5 y 20 veces superior a la energía consumida por el filamento de tungsteno, o sea un COP promedio de 12. Naturalmente, en este experimento, solo una pequeña parte del hidrógeno del circuito se disocia en átomos, y las pérdidas son importantes. Los resultados son variables, pero aún así, muy significativos. El modesto objetivo de Moller y Frolov, era la fabricación de un radiador eléctrico doméstico, dotado de un elemento calefactor con el efecto Langmuir, que consumiese 10 veces menos.
Jean Louis Naudin (www.JLNLabs.org) es el director de un centro o grupo de investigación francés que cuenta con abundantes recursos financieros y agrupa un personal, físicos, ingenieros, etc. muy cualificado, y dedicado a la comprobación rigurosa de inventos heterodoxos o imposibles según la ciencia académica, descubiertos por inventores “malditos”, sobre nuevas energías y sistemas de propulsión y levitación anti gravitatorios e inerciales. Su política, es divulgar en su web muchos de sus ensayos, con toda clase de detalles e instrucciones para que cualquier capacitado pueda reproducirlos. De esta manera recibe información de los que lo han logrado y de otros inventos raros. Así, un sencillo artilugio levitador, que llama “lifter”, construido con madera de balsa y papel aluminio, se mantiene suspendido en el aire e incluso ha sido comprobado en un vacío casi absoluto. Ha sido reproducido más de trescientos veces en todo el mundo, incluido España. Es probable que este centro esté apoyado discretamente por el gobierno francés, que así se mantiene informado al día de nuevas posibilidades que la ciencia académica desdeña.
Parece que el átomo de hidrógeno, el más pequeño de todos, es capaz de entrar en resonancia con las altísimas frecuencias de este océano energético, y arrastrar esta energía hacia nuestro marco dimensional. Sustancias como el agua, una molécula muy simple con ese elemento, son especialmente idóneas para captar esa energía. Según Naudin, este fenómeno descubierto por Langmuir para producir calor, es mucho más sencillo, barato y reproducible que la Fusión Fría, que también es capaz de producir más calor que la energía consumida.
El hidrógeno atómico también puede obtenerse por electrolisis utilizando voltajes muy bajos, menos de 2 voltios, con amperajes muy intensos, y con corrientes continuas, pero pulsantes en agudos picos. Para permitir este alto amperaje, se requieren electrodos de gran superficie y electrolitos muy conductores, con hasta un 20 % de hidróxido sódico. Un procedimiento para obtenerlo, se ha divulgado con el nombre de Gas de Brown, Yull Brown el nombre inglés que adoptó un misterioso búlgaro llamado Ilya Velbov, que tampoco parece el verdadero inventor, pero sí el que ha tenido el mérito de divulgarlo. El Gas de Brown, en adelante GB, es relativamente fácil de obtener, y se han publicado procedimientos con toda clase de detalles. El inconveniente es que, para facilitar un alto amperaje a voltajes inferiores a 2 V, se requieren células de gran tamaño. Sin embargo, en el comercio ya se encuentran equipos para su utilización en soldadura, principalmente de fabricación coreana.
Es muy fácil saber si un hidrógeno está en forma molecular o atómica, ya que en forma atómica ocupa el doble de volumen por el mismo peso. En las células para obtener el GB, funcionando a menos de 2 V, según las fórmulas de electrolisis se obtiene una cantidad de gas casi el doble de lo que corresponde a los amperios/hora utilizados, lo que indica una mayor parte de gas en forma atómica y además, la célula se mantiene fría lo que excluye la recombinación exotérmica como H2. Para obtener un 100 % de gas en forma atómica, lo ideal sería no pasar de 1 voltio. A partir de 2 V, aumenta rápidamente la proporción de H2. La llama, al aire libre del GB, tiene una temperatura extraordinariamente baja, entre 129º y 137º C, o sea se puede pasar por ella la mano sin quemarse, pero al aplicarla a una cerámica refractaria, registra 3.100 º C y es capaz de sublimar el tungsteno, para lo que se requieran 6.000º C. Sin embargo, la llama del hidrógeno molecular, H2, con 2.800º C no es capaz de esas proezas, ya que una gran parte de su poder calorífico se consume en disociar su molécula. Un GB “perfecto” proporciona 3,8 veces más energía que una llama ordinaria de H2. Parece que la llama del GB es capaz de eliminar la radioactividad de algunos elementos. Indicaría que es capaz de inducir transmutaciones, lo que podría ser una solución para inactivar los residuos de las centrales nucleares. Ensayos que requieren gran precaución pues se pueden producir compuestos volátiles radiactivos. (Nota mía; en este vídeo se puede ver al original Yull Brown fundiendo una barra de Tungsteno como explica Gabarró. En resumen; los soldadores de gas de brown no tienen una temperatura fija de llama, es decir pueden soldar todo tipo de material incluso el tungsteno que funde a miles de grados y a continuación un plástico que funde a 60. Una vez más, esto solo se puede explicar si la energía proviene de fuera y no de dentro, característica que tiene el hidrógeno atómico implosivo en contra del hidrógeno molecular explosivo, allí donde no hay equilibrio termodinámico y por tanto donde no aplica la segunda ley. Esta energía sería la energía escalar fría descubierta por Tesla u orgón descubierto por Reich).
Se han hecho algunos ensayos para aplicarlo a automoción, y se ha podido comprobar que un motor al ralentí, ha funcionado el doble de tiempo con el mismo volumen de GB, que con hidrógeno molecular. Pero a pesar de ello, ni en la teoría ni en la práctica parece posible como único carburante. Sin embargo, su velocidad de explosión muy superior a la del hidrógeno molecular, (velocidad de propagación de la llama 3.000 m / segundo) e introducido en pequeña proporción, podría mejorar considerablemente la eficiencia de los carburantes habituales, superando los resultados que se obtuvieron con los dirigibles. Si una adición de un 0,5 % de GB sobre carburante, mejorara eficiencia de los carburantes en un 50 %, se requeriría, para un coche mediano, una enorme célula con una superficie de 5 m2 de electrodos capaz de proporcionar 500 l /hora de GB, que consumiría 1,75 Kw. Casi 2.5 CV, con un monstruoso cableado, grueso como un dedo, para 1000 amperios. Desde el punto de vista energético quizás sería rentable, pero no práctico ni económico.
¡CONTINUARA!